La obesidad infantil es uno de los problemas de salud más graves del siglo XXI. El problema es mundial y está aumentado a un ritmo alarmante en países de bajos y medianos ingresos, sobre todo en el medio urbano.
España se ha convertido en uno de los países con más obesidad infantil, ya que según los últimos estudios realizados, 1 de cada 4 niños españoles sufre dicha enfermedad.
Las previsiones de la Organización Mundial de la Salud no son muy alentadoras, ya que pronostica que si se mantienen las tendencias actuales, el número de lactantes y niños pequeños con sobrepeso aumentará a 70 millones en el año 2025, e indica que si no se hace nada al respecto, los niños se mantendrán obesos durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta.
¿Cuáles son las causas de la obesidad infantil?
La genética, el ambiente y la interacción entre ambos, son las principales causas por las que se puede sufrir obesidad.
Es en la época fetal cuando ya se puede conocer si un niño está predispuesto a la obesidad debido a condiciones deficientes tales como las nutricionales o el estrés.
Por otro lado, la herencia genética es también otro factor clave. De manera que, si ninguno de los padres tiene sobrepeso, el niño no tiene tanta predisposición a sufrir la enfermedad. En cambio, si alguno de los padres o los dos lo sufren, esa predisposición es mayor (Labayen et al 2010).
En cuanto al ambiente, la causa principal es el desequilibrio entre la ingesta de alimentos hipercalóricos y el gasto calórico. Motivado este último por la falta de actividad física debido al aumento de la vida sedentaria.
¿Qué consecuencias tiene la obesidad?
Un Índice de Masa Corporal (IMC) elevado es un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles, como enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos del aparato locomotor algunos cánceres (del endometrio, la mama y el colon).
La obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura y discapacidad en la edad adulta. Pero además de estos riesgos futuros, los niños obesos sufren dificultad respiratoria, mayor riesgo de fracturas e hipertensión, y presentan marcadores tempranos de enfermedad cardiovascular, resistencia a la insulina y efectos psicológicos.
¿Qué hacer para luchar contra la obesidad infantil?
La obesidad infantil es una consecuencia de que los niños llevan una vida sedentaria, en la que prácticamente no existe ningún tipo de actividad física. Es por ello y con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias, musculares y la salud ósea, se recomienda que:
- Los niños y jóvenes de 5 a 17 años inviertan como mínimo 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa.
- La actividad física diaria debería ser, en su mayor parte, aeróbica, por lo que convendría incorporar, como mínimo tres veces por semana, actividades vigorosas que refuercen, en particular, los músculos y huesos.
¿Por qué la práctica de actividad física es la solución?
Ayuda a nuestros hijos a reducir el riesgo de sufrir obesidad infantil, pero también manteniendo un nivel adecuado de actividad física durante la vida adulta, esta probado que se:
- Reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, cáncer de mama y de colon, depresión y caídas.
- Mejora la salud ósea y funcional.
El deporte es un determinante clave del gasto energético, y es por tanto fundamental para el equilibrio calórico y el control del peso.
Es por eso, recuerda que una dieta equilibrada y una práctica deportiva frecuente y moderada, ayudará a vuestros hijos a estar más sanos, no sólo físicamente sino también psicológicamente, y a prevenir graves enfermedades futuras.